
Mario Vargas Llosa nació el 28 de marzo de 1936, en Arequipa, Perú. Los diez primeros años los vivió en Cochabamba, Bolivia. Volvió al Perú y estudió en el Colegio La Salle, de Lima, de 1947 a 1949; en el Colegio Militar Leoncio Prado, del Callao, de 1950 a 1951; en el Colegio San Miguel, de Piura, en 1952. En 1953 ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde estudió Derecho y Literatura, graduándose como Bachiller en 1958. En 1959 viaja a Madrid para hacer el doctorado en la Universidad Complutense. En 1960 se instala en París y en 1964 se divorcia de la boliviana Julia Urquidi, con quien se había casado en 1955. En 1965 contrajo matrimonio con Patricia Llosa. En 1990 fue candidato a la presidencia del Perú por el Frente Democrático (Fredemo), derrotado por Alberto Fujimori. Ha sido galardonado con los premios Biblioteca Breve (en 1962, por su novela La ciudad y los perros), Rómulo Gallegos (en 1967, por su novela La casa verde), Príncipe de Asturias de las Letras (1986), Planeta (en 1993, por su novela Lituma en los Andes), Cervantes (1994). Es miembro de la Academia Peruana de la Lengua, desde 1977, y de la Real Academia Española, desde 1994. Es Doctor Honoris Causa por las universidades de Yale (1994), Harvard (1999), Universidad Nacional Mayor de San Marcos (2001), Oxford (2003), La Sorbona (2005), Universidad Nacional Autónoma de México (2010), entre otras. En 1985 fue condecorado por el Gobierno francés con la Legión de Honor y en 2001 por el Gobierno peruano con la Orden El Sol del Perú. El 7 de octubre de 2010 se le concedió el Premio Nobel de Literatura.
Tomado de: Vargas Llosa, Mario. Entrevistas escogidas. Selección, prólogo y notas de Jorge Coaguila. Lima: Tierra Nueva Editores, 2010, 457 pp.
Nadie –ni siquiera él mismo podía imaginar que al ganar el Biblioteca Breve con “La ciudad y los perros” (1963), Mario Vargas Llosa iniciaría una producción literaria cuya fecundidad, variedad –abarca la novela, el teatro, el ensayo, la crítica, el periodismo y otros géneros– son poco comunes, y que su obra narrativa alcanzaría una complejidad textual, estructural y verbal que lo distinguiría como uno de los novelistas más innovadores de nuestro tiempo.
Difundido en traducciones a decenas de lenguas, y constantemente reeditado, es una de las figuras intelectuales más influyentes del mundo, no sólo eso: progresivamente, sobre todo a partir de la década de los 80, su presencia ha sido decisiva en el debate internacional sobre las grandes cuestiones de nuestro tiempo: la libertad, el sistema democrático, la intolerancia ideológica, los derechos de las minorías, la violencia geopolítica, los peligros del ultranacionalismo. Así, ha conjugado la figura de un compulsivo y riguroso creador de ficciones con la del vocero de ideas que constituyen una indeclinable defensa de los principios de la civilización y la moral de la tolerancia en un mundo cada vez más irracional e intransigente. Todo es, sin duda, lo que la Academia Sueca ha tenido en cuenta al concederle el premio Nobel de literatura. Dar en síntesis una idea de las líneas maestras que sostienen el vasto universo creador de Vargas Llosa, es, a la vez, fácil y difícil. Fácil porque –aparte de bien conocidas– esas líneas se translucen y mantienen, pese a los grandes cambios sufridos, en el foco de su imaginación como profundas y persistentes obsesiones que marcan sus historias: surgen de experiencias privadas, sociales e históricas que reflejan una relación siempre conflictiva o traumática con una realidad injusta y violenta. Difícil porque esas narraciones suelen alcanzar una proporción épica con un elevado registro de personajes, aventuras y ambientes que se despliegan como una red abigarrada a través de veloces desplazamientos espacio-temporales. El suyo es un mundo que aspira a la descomposición sinfónica, a la amplitud y la desmesura avasallantes, más que a la mera peripecia menuda e íntima, aunque éstas no están excluidas.
Sus historias nunca nos dejaban olvidar el mundo objetivo del que provenía y con el cual la ficción quería rivalizar en vastedad y variedad. Lo interesante y significativo es que, paradójicamente, sus relatos aspiran a una autonomía estética que no los hace depender de esa conexión del mundo en el que vivimos, sino de su validez como su representación, como algo autónomo y autosuficiente. Sabía que la realidad verbal no se comporta como la obra, salvo que se la manipule y transforme literariamente para asegurar la indispensable verosimilitud. En esa hábil transformación está su sello personal.
Es revelador que en la última porción de su obra se produzca una singular convergencia de su nuevo arte narrativo con el lenguaje cuestionador del ensayo, que ha otorgado a su ficción un carácter más reflexivo que activo. De este modo, el novelista, el ensayista y el reportero de la actualidad mundial confluyen armónicamente en la inacabable búsqueda de respuestas a las grandes cuestiones que supone encarar la realidad; es el permanente rasgo de su imaginación, empeñada en soñar con mundo mejor. Su nueva novela, “El sueño del celta”, es una verdadera obra maestra que confirma la vocación universal de su creación: es una vasta reconstrucción y denuncia del colonialismo en la época de la explotación del caucho a comienzos del siglo XX, que nos lleva del Congo a la región amazónica del Putumayo, siguiendo la increíble vida de Roger Casement, luchador por la independencia de Irlanda y amigo del célebre Joseph Conrad.
Tomado de: Oviedo, José Miguel. “Narrador compulsivo”, en Pueblo Continente. Revista oficial de la Universidad Antenor Orrego, 21(2), 2010, pp. 326-327.












