El altar femenino de Huarochirí
Muestra colectiva
Bajo la curaduría de María del Pilar Fortunic, antropóloga y directora del proyecto, esta muestra colectiva presenta videos, pinturas, instalaciones, fotografías y esculturas de reconocidas artistas que buscan rendir homenaje a las mujeres protagonistas del Manuscrito de Huarochirí: Carolina Bazo, Ana De Orbegoso, Valeria Ghezzi, Natalia Iguiñiz, Luz Letts, Evelyn Merino-Reyna, Cristina Planas, Rocío Rodrigo y Mariana Tschudi.
A partir de la lectura de “Dioses y hombres de Huarochirí”, la transcripción del Manuscrito realizada por José María Arguedas, quien la consideraba “la obra quechua más importante de cuantas existen”, cada artista ha trabajado una pieza inspirada en heroínas y diosas andinas: Hananmaclla, pareja del Sol; Manañamca, mujer de Huallallo Carhuincho; la princesa Cavillaca; Chuquisuso, la que distribuye agua para todos; las cinco hermanas Ñamcas; Chaupiñamca, hermana de Pariacaca; Llacsahuato y Mirahuato, las hermanas sanadoras; Xulcapaya, la más misteriosa de todas, y Urpayhuachac, la que escucha y aconseja.
“El Manuscrito de Huarochiri es una crónica narrada a fines del siglo XVI por los nietos de la Conquista. Es un relato en primera persona de las creencias y mitos de nuestros ancestros, sus deidades, ritos, eras. Constituye un testimonio vívido del encuentro de dos mundos, su debacle y herencia. Por tanto, nos habla de cosmovisión, etnografía e historia. Estas grandes mujeres de la antigüedad son recreadas por artistas contemporáneas, para traer su memoria al presente y así continúen vivas en el mito, en la memoria y en las enseñanzas”, manifiesta la curadora.
El Manuscrito de Huarochirí y el Altar Femenino:
Una aproximación desde las artes
El Manuscrito de Huarochirí encuentra una nueva relectura desde el proyecto de la antropóloga María del Pilar Fortunic. Escrito en quechua, y recogido como parte de las extirpaciones de idolatrías en el Perú por el padre Francisco de Ávila, el Manuscrito ofrece una detallada, rica y viva información, desde las tradiciones orales del habitante mismo, de las creencias y ordenamiento del mundo, de las relaciones entre deidades masculinas y femeninas, de la creación y ubicación de los grupos de parentesco –ayllus – y de estos con sus deidades, la geografía, y los animales. Este artefacto de gran valor estuvo por muchos años olvidado y fue hallado por el antropólogo alemán Hermann Trimborn en la Biblioteca Real de Madrid, quien lo publica en alemán. Posteriormente es traducido al castellano por José María Arguedas, con un prólogo y estudio preliminar del historiador francés Pierre Duviols en 1966. Luego vendrán otras traducciones, y otros muchos estudios que abordan distintas aristas del documento. En esta plétora de importantes estudios, María del Pilar Fortunic – directora del proyecto el Códice de Huarcohirí y curadora de esta exposición- ubica al manuscrito a abrirse e interpretarse en nuevas coordenadas. Como su nombre lo dice, el Códice de Huarochirí, se aproxima al manuscrito para ofrecerle una visualidad. Una visualidad producida después de más de 400 años de su escritura, una visualidad que habla desde el presente, y desde los distintos actores que colaboran – esta vez, artistas, antropólogos, académicos especializados en el manuscrito, curadores, gestores culturales e instituciones – dando nuevos canales de interpretación, circulación, reactivación y valor a los saberes contenidos en este manuscrito. Altar Femenino es una de las arenas del Códice de Huarochirí que reactivan el manuscrito.
Altar femenino resalta la labor de las deidades femeninas recogidas en Dioses y Hombres de Huarochirí, donde el genérico de hombres pasa a dar peso específico a lo femenino. Es el espacio, el espacio sagrado, el Altar, donde un grupo de artistas mujeres rinde homenaje a las deidades femeninas desde una vinculación subjetiva e íntima, resaltando aquellas características y retos que traspasan tiempos y culturas, y que las conecta con los personajes seleccionados. En un proceso de autorreferencialidad las artistas y sus obras nos dicen “Yo soy (esta deidad)”. Abre la exposición un video performance de Alejandrina Ayala Ninasivincha, titulado Manifiesto de Chaupiñamca y sus Hermanas, en la que narra las historias de creación y llama al visitante a proteger nuestro planeta; junto con las piedras pintadas que Maria del Pilar Fortunic ha desarrollado transcribiendo el manuscrito en español y quechua, juntando piedra (huaca) y narración. Le siguen ocho deidades y una ofrenda. La videoinstalación de Mariana Tshudi trae a este altar la energía de la gran creadora, esposa del sol: Hananmaclla. El fuego, la fuerza y la fidelidad de Manañamca, esposa de Huallallo, es recogida por la instalación de Cristina Planas, donde sus gallinazos – agentes recicladores y de conservación – encuentran un lugar junto a esta diosa luchadora ubicada en tierras bajas y cálidas. Las historias de maternidad, la posibilidad de decisión, y la relación madre-hija de la historia de Caullica reverbera en la obra y trayectoria de Natalia Iguiniz. La capacidad de gestión de Chuquisuso y su preocupación por el bien colectivo llevando a la construcción de acueductos con ayuda de Pariacaca es resaltada en la pintura de Valeria Ghezzi que se nutre y establece un diálogo con la obra de Silvia Ricopa. Luego vienen las cinco hermanas. La poderosa Chaupiñamca, creadora de hombres y mujeres como lo fue Pariacaca, diosa que gustaba de su sexualidad, es homenajeada a través del video y foto instalación de Carolina Bazo. El conocimiento para la sanar el alma y el cuerpo y la empatía de Llasahuato y Mirahuato, la segunda y tercera hermana, son abordadas por la obra de Ana de Orbegoso que llama a mantener la energía integral. Con gran posibilidad de observación, con una ubicación arriba o abajo, Xulcapaya es admirada desde los lienzos de Luz Letts que muestra la vitalidad de los cuerpos de agua. La fuerza en la defensa de los hijos, la amistad y relación entre Urpayhuachac, la quinta hermana – llamada “la que pare palomas” y quien criaba peces – y Caulllica – ya convertida en isla – es recogida en la gran fotografía de Evelyn Merino Reyna. Estas deidades femeninas se juntan y activan en el Altar a través de La Ofrenda, hechas por mujeres y hombres para agradecer a las deidades, propiciar la fertilidad y mantener el balance, lo cual es trabajada en la instalación de Rocío Ródrigo, así como en la acción de la ofrenda que busca unir a la colectividad con la participación de pobladores de Huarochirí.
Diversos lenguajes visuales y materialidades componen este Altar Femenino que ofrece un tributo a la mujer de hoy y del pasado, a las mujeres del campo y la ciudad. La actualización visual y emotiva del manuscrito, un manuscrito que evidencia los caminos y la constante relación entre la sierra, la costa y la selva, nos llama hoy para volver a enseñarnos la importancia de tender puentes.
Giuliana Borea