Sharon Lerner

En Casa frágil, Lucy Jochamowitz nos ofrece una instalación compuesta de dibujos sobre tela, y esculturas en papel, bronce y porcelana, en la que indaga sobre un concepto tan sensible, atemporal y vigente como el del ‘hogar’. Desde ese espacio la artista nos confronta con preguntas sobre la migración, el sentido de pertenencia y el arraigo, a la vez que parece situar ‘la casa’ como un espacio afectivo eminentemente móvil.

Formada originalmente en la Facultad de Artes Plásticas de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Jochamowitz migra tempranamente a Italia donde culmina sus estudios y desarrolla una prolífica carrera que se extiende por casi cuatro décadas. Es precisamente desde esta distancia que le ofrece el auto-exilio, que la artista logra producir un cuerpo de obra que reflexiona sobre la identidad femenina a través de la evocación de figuras arquetípicas, acaso una alusión a un elemento mítico o ancestral.  En esta muestra se conjugan distintos elementos que han habitado el repertorio plástico de la artista de las últimas décadas, tanto en términos iconográficos como en cuanto a las materialidades y técnicas desplegadas, en las que el dibujo y el grabado tienen un gran protagonismo. De este modo encontramos figuras femeninas representadas como personajes solitarios en situaciones diversas. Las esculturas del pasado, cuyas voluminosas faldas ocultaban tanto como revelaban, han dado pie a cuerpos desnudos acompañados de representaciones de casas, raíces, nidos, ojos y escaleras; todas dispuestas en un conjunto que tiene mucho de onírico.

La serie de dibujos sobre tela muestra la descripción de secciones de cuerpos femeninos en transformación: segmentos de tronco suspendidos en espacios brumosos, torsos que se tornan casas o que ‘echan raíces’ proyectándose como vegetación sobre territorios indefinidos. Estos cuerpos fragmentados son a la vez soporte y contenedor: mujeres-caracol, mujeres-casa, con el interior de los vientres expuestos. Los espacios que ocupan estos personajes tienen un elemento que evoca a la desolación. Son no-lugares, ambientes áridos o quizá agrestes, otras veces poblados de espinas que obstruyen la mirada e imposibilitan el paso. Los dibujos de trazo en línea que semejan raíces – acaso arterias– se vuelven vasos comunicantes, se desdibujan en hilos, fibras que luego conectan fragmentos, manos.

La austera paleta que prima en la exhibición —y que caracteriza mucha de la obra reciente de la artista—privilegia la presencia de un color rojo intenso, quizás una alusión a los vínculos de sangre o, más concretamente, un recordatorio de nuestra corporalidad. Una corporalidad segmentada en fragil y precario balance. En ocasiones la obra de Jochamovitz ha sido calificada por algunas voces como de una gran “intuición poética”. Cierta cualidad de idealidad afectiva, que se desprende de cada imagen de esta instalación, corrobora precisamente esa impresión.

Sobre la artista

Lucy Jochamowitz (Lima, 1954). Inicia estudios en Lima, en la Facultad de Artes Plásticas de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Al año siguiente, tras graduarse por la Accademia di Belle Arti di Firenze en 1983, se adjudica la beca para especializarse en grabado por la Scuola Internazionale Il Bisonte. Desde la década de 1980 y en un periplo que se extiende cuarenta años, ha realizado exhibiciones individuales y colectivas en Alemania, Canadá, Cuba, Eslovenia, Francia, Grecia, Italia, Japón, Noruega, Perú y Puerto Rico. En el periodo más prolífico de su carrera, las últimas dos décadas cuentan una serie de muestras individuales, principalmente en Florencia, entre las que destacan Palabra Rossa (2004), Contraviento, (2005), L’ospite (2008), Perder la testa (2010), Verso casa (2013), Picaflor-madreflor (2016), o mirar-OLTRE (2018). En 2007, el Gobierno de la República Federal de Alemania le otorga la beca de investigación DAAD, a realizarse en Berlín. Ha sido profesora en la maestría de grabado en la Accademia di Belle Arti di Firenze y profesora visitante de la PUCP. Vive entre Florencia y Lima.